por José Zenteno
Foto: Presidencia
En estos tiempos de posmodernidad, en los que las emociones gobiernan las decisiones, el “pienso luego existo” se transformó en “siento luego pienso y si no pienso, ni me doy cuenta”.
El discurso que estimula emociones como el rencor y el resentimiento son altamente efectivos en la posmodernidad. Además, el algoritmo de las benditas redes sociales aceleró la adicción a la dopamina y a otras sustancias que se generan en el cerebro de millones de mexicanos, quienes se acostumbraron a la exposición continua y prolongada a ese tipo de mensajes “estimulantes”. Gracias a ello, el debate político se resuelve con falacias revestidas de emotividad. El recurso se ha convertido en una práctica recurrente en las conferencias mañaneras.
Veamos el ejemplo de la Marcha por la Democracia. A Lorenzo Córdova, orador de la concentración en el Zócalo de la Ciudad de México, le tomó alrededor de 35 minutos explicar la manera en que el régimen pretende destruir a la democracia y a sus instituciones. A López Obrador le tomó como 35 segundos deslegitimar el mensaje de Lorenzo Córdova. Lo llamó empleado de Peña Nieto, a los asistentes nos llamó corruptos que queremos que regresen los corruptos del pasado, al movimiento lo calificó de un intento por imponer una ‘democracia sin pueblo’ (SIC) que cometía fraudes electorales y, de paso, él mismo se dijo ‘portador de autoridad moral’ (SIC al cubo). Nada de lo dicho por AMLO es verdad, analizado desde la razón, pero a millones de mexicanos el mensaje presidencial los estimula y los satisface emocionalmente.
¿Qué significa eso de democracia sin pueblo? En la retórica de López Obrador se refiere a que el sistema de democracia representativa estaba controlado por oligarquías que manipulaban a las instituciones y le hacían creer a los ciudadanos que ellos elegían. Esa descripción es una falacia, pues la alternancia política que experimentó el país durante las primeras 2 décadas del siglo XXI, incluyendo la elección del 2018, fue consecuencia de la voluntad ciudadana y no una mentira como lo afirma AMLO. La realidad es que la 4T es una nueva oligarquía que pretende hacer justamente lo que le reclama a los oligarcas del pasado.
Ahora, estudiemos el significado de ‘pueblo’ en la retórica obradorista. Pueblo es el nombre de un sistema colectivista en el que los individuos carecen de importancia. Es decir, las necesidades, aspiraciones, sueños y carencias de las personas como entes individuales no le importan al régimen cuatroteísta, lo que interesa son las reivindicaciones colectivas ¿Quién interpreta esas reivindicaciones en nombre del pueblo? El líder, él define lo que el pueblo siente, quiere, sufre, sueña y necesita. En consecuencia, el pueblo es una falacia, lo que importa es la voluntad de AMLO enmascarada como una reivindicación del pueblo. Por eso, cuando afirma que en el pasado se trataba de una democracia sin pueblo, se refiere a que la mayoría no era parte de su pueblo, de ese al que él manipula con su lenguaje.
En los años que vienen seremos testigos de una larga lista de derechos “del pueblo” que estarán anotados en la Constitución y en las leyes, pero con un problema, ninguno de esos derechos será exigible por los ciudadanos, porque el régimen cuatroteísta está empeñado en desmantelar a las instituciones que los materializan. Revisemos algunos ejemplos, apreciable lector, lectora:
Tendremos derecho a la justicia y a un juicio justo pero los jueces serán políticos al servicio de la mayoría que votó por ellos, no serán jueces imparciales.
Tendremos derecho a la información pública y a la rendición de cuentas por parte de las autoridades, pero sin el INAI ya no habrá una institución que haga exigible ese derecho.
Tendremos derecho a elegir a nuestros gobernantes, pero el régimen habrá debilitado y sometido al INE a sus intereses, será como en Rusia o Venezuela, votaremos, pero no elegiremos.
Tendremos derecho a que no existan monopolios en la economía que extorsionen al consumidor, pero el régimen habrá eliminado a la Comisión Federal de Competencia Económica.
Tendremos derecho a la salud, pero el gobierno federal concentra todos los recursos, no compra medicamentos, permite el deterioro de clínicas y hospitales, importa médicos cubanos para ideologizar a la gente, y nadie puede hacer nada.
Tendremos derecho al agua, pero el régimen derrocha recursos en petróleo.
Tendremos derecho a una educación de calidad, laica y gratuita, pero el régimen quiere una educación funcional a sus intereses, la de formar mexicanos sumisos e incapaces de prosperar por ellos mismos.
Lo que afirmo no es producto de mi imaginación, lo expuso el propio presidente con las iniciativas de reformas constitucionales que anunció el pasado 5 de febrero. La misión de esas reformas es eliminar a las instituciones que hacen realidad los principales derechos ciudadanos. Para lograrlo, Morena necesita ganar mayoría calificada en las Cámaras en las elecciones del 2024.
La misión de los ciudadanos libres -AMLO nos llama corruptos y Claudia Sheinbaum nos dice hipócritas-, es evitar que la cuatroté alcance mayoría calificada en el poder legislativo. La misión es conservar la libertad, una libertad que hacía muchas décadas que no estaba en riesgo en México.
El lenguaje crea realidades. Seamos cuidadosos al interpretar el significado de los discursos políticos, pongamos oídos sordos al contenido emocional que estimula viejos rencores. México nos necesita lúcidos.