Las voces expertas en el estudio filosófico del medioambiente aseguran que la vida no humana debe ser protegida, respetada y reconocida por su propio valor.
El Dr. Jorge Vélez Vega abrió su conferencia en un seminario del Instituto de Investigaciones en Medio Ambiente Xabier Gorostiaga, SJ de la IBERO Puebla con una pregunta filosófica: “¿Los seres humanos tenemos funciones ecosistémicas?”. Dicho de otro modo: ¿qué le aportamos las personas a los ecosistemas?
Nuestra desconexión de la naturaleza nos ha llevado a encontrar alternativas controladas para el encuentro con lo natural: desde fragancias aromáticas y experiencias en vehículos motorizados hasta satélites y zondas espaciales. La tecnología es el intermediario entre la humanidad y su entorno.
Esto se relaciona directamente con el biopoder. Según lo expuesto por el investigador de la UNAM, los cuerpos humanos y no humanos son moldeados para comportarse y ser capaces de ejecutar tareas específicas: “el cuerpo como máquina”. Por otro lado, se promueven controles reguladores de los procesos biológicos como la natalidad, la regulación de las enfermedades y la reproducción.
Ejemplo de lo anterior es la estrategia Hoy No Circula durante las contingencias ambientales. Explicó Vélez Vega: “No solo se trata de regular el fenómeno ambiental, sino los problemas de salud que van a afectar a la población. […] Va a afectar en que esa población se va a enfermar más y no va a rendir igual”.
Los antecedentes del estudio del biopoder se centraban únicamente en las personas, cuando debería comprenderse todas las conductas que buscan controlar la naturaleza. Según el experto, prácticas como la producción de animales en granjas industriales y los trasplantes de órganos están mediadas por el uso de biotecnologías para ejercer la ecotecnia. En síntesis, “biopoder en el siglo XXI no sería otra cosa que cómo se invade la vida desde la gestión técnica”.
Para justificar estos ejercicios, se argumenta la necesidad de “salvar la vida” humana. El Dr. Jorge Vélez no está de acuerdo con esta postura: “El problema no es que seamos una especie entre otra, sino que se nos ocurre realizar un vasto experimento con la naturaleza”. Y recalcó: “La cultura humana está alterando la superficie terrestre”.
Tal es el caso de David Bennet, un hombre de 57 años que en 2022 recibió un xenotransplante de corazón de cerdo genéticamente modificado. Este caso paradigmático demostró las implicaciones de emplear las mediaciones técnicas para preservar la existencia humana y “artificializar” lo natural.
Otro estudio de caso es la especie de lobo mexicano que fue reintroducido en zoológicos 40 años después de haberse extinguido. “Si asumimos que el 70% de la naturaleza ha sido alterada por los seres humanos […] parece que la Tierra ya no es tan natural que digamos”, reflexionó el investigador.
Para contrarrestar los efectos del biopoder y las ecotecnias poco éticas, especialistas han creado un manifiesto “neomedioambiental” que se divide en tres ejes: impulsar el principio de precaución (preguntarse qué podría salir mal); catalogar y almacenar la vida en la Tierra (con el fin de proteger la vida), y colonizar el espacio exterior (en pro de todas las especies).