Que tiempos nos han tocado vivir

Mi generación, la de los que nacimos a inicios de los años setentas, en parte somos privilegiados, porque nos ha tocado vivir de todo en Puebla, México y en el mundo.

Nací tres años después del movimiento estudiantil del 68 y los acontecimientos en la plaza de Las Tres Culturas, lo que comenzó a resquebrajar al sistema monolítico, instaurado por los herederos de la revolución.

Mis primeros años fueron marcados por el arranque populista del sexenio Echeverrista, con su “arriba y adelante”, el populismo dio al traste con lo alcanzado por las administraciones del desarrollo estabilizador y el milagro mexicano, en donde México creció a tasas del 8 por ciento en su economía, algo que quizá jamás volvamos a ver.

Mi generación, es la generación de la crisis, de las devaluaciones y de amarrarse el cinturón, al menos eso nos enseñaron las administraciones de Echeverría y López Portillo, quien prometió defender al peso como un perro y terminó siendo un perro en la historia de México.

Con Miguel de la Madrid, arrancó la era de la tecnocracia en el poder, prometió una “renovación moral” y una cruzada contra la corrupción y México, la ciudad capital, casi termina en ruinas producto de su sismo de magnitudes pocas veces registradas que sacudió todos los cimientos de del sistema político mexicano y que derivó en el cisma al interior del tricolor.

A la par de que las administraciones priistas de Echeverría, López Portillo y de la Madrid hundían al país, crecían los movimientos ciudadanos por un México más democrático.

Tenía 11 años en 1982 cuando escuche en las noticias que el panista Ricardo Villa Escalera, había ganado la presidencia municipal de Puebla al priista, Jorge Murad, pero le habían robado la elección.

En 1985 en el Excelsior periódico de como 50 mil hojas, leí que, a un tal Pancho Barrio, también panista, le habían robado la elección en Chihuahua y que los militantes del albiazul en aquella entidad, habían tomado el puente internacional que comunica a Ciudad Juárez con el Paso, en reclamo al fraude electoral que se realizó en esta entidad, operado por un tal Manuel Bartlett Díaz, secretario de Gobernación, que años más tarde también iba a ser gobernador de mi estado.

Ese mismo año, el 85, Bartlett salió a colación, tras el asesinato de un tal Enrique “Kiki” Camarena, quien era un agente de la DEA en México, el cual trabajaba encubierto en la ciudad de Guadalajara y que apareció ejecutado, al igual que un periodista llamado, Manuel Buendía, quien había escrito un libro sobre la ultraderecha poblana, el Yunque.

En el 86, a pesar de sismo que había sacudido a la Ciudad de México y varios estados circunvecinos, nuestro país fue por segunda vez sede del mundial de fútbol, en el cual se consagró Diego Armando Maradona y la famosa “mano de Dios”, por cierto, “el Diego” jugó en el estadio Cuauhtémoc de Puebla.

En 1987, dos priistas decidieron abandonar el redil, Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, para crear un nuevo movimiento, el Frente Democrático Nacional, que daría paso a lo que después se conocería como PRD.

1988 dio paso al “salinato”, México dejaba según de ser un país tercermundista, para integrarse a la globalización, término que por primera vez escuchó mi generación, pero antes de esto, el país vivió uno de los fraudes electorales más grandes en la historia de este país, la caída del sistema, operado otra vez por Manuel Bartlett.

Tras este escándalo electoral de dimensiones pocas veces vista, el país avanzó hacia la “democracia”, los movimientos sociales y la necesidad de Salinas de frenar el crecimiento del naciente PRD, dieron paso a las concertasesiones y los cogobiernos con el PAN, el cual ganó sus primeros estados, Baja California y Guanajuato. Era el inicio de los noventas.

Salinas no solo insertó a México en el plano de la globalización, también le quitó tres ceros a nuestra moneda, pero su gestión se vio trastocada al final por el asesinato del Cardenal, Juan Jesús Posada Ocampo, algo inédito en México, el alzamiento zapatista en Chiapas de la mano del subcomandante Marcos y finalmente el asesinato de su candidato, Luis Donaldo Colosio y luego de su ex cuñado y secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, todo esto entre 1993 y 1994.

El error de diciembre de ese año, una de las peores crisis económicas en la historia de este país, fue el colofón del “salinato” y el inicio del sexenio de Ernesto Zedillo, quien también de manera inédita, comenzó su periodo encarcelando a Raúl Salinas de Gortari, hermano del ex presidente Salinas, quien inició una huelga de hambre en Monterrey, su ciudad natal y después partió rumbo al exilio en Irlanda.

En el 2000 mi generación también fue testigo de algo también inédito, la transición pactada entre el PRI y el PAN, para dar paso a la alternancia, algo que nunca se había dado en nuestro país.

A la par de todo esto, a mediados de los noventas y luego del escándalo de la elección de 1988, Gobernación dejó de organizar las elecciones, para dar paso a organismo de corte ciudadano, el IFE hoy INE.

Los gobiernos panistas estuvieron al frente de México durante un periodo de 12 años, en ese lapso en 2006 en Puebla, un escándalo político también nunca antes visto sacudió a la entidad y a la administración priista de Mario Marín Torres, el Lydiagate.

Este escándalo político daría paso 4 años más tarde a la alternancia en Puebla, el panismo se hacía del control de la entidad, faltaba más, de la mano de un ex priista, Rafael Moreno Valle Rosas.

El fallido gobierno de Felipe Calderón, dio paso al regreso del PRI a Los Pinos, algo que parecía imposible a inicios de este milenio y nuevo siglo, el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, se encargó de recuperar la presidencia para el tricolor.

En 2015, Andrés Manuel López Obrador, quien había buscado ya dos veces la presidencia de México, creó un partido nuevo, Morena, un ente amorfo que, en tan solo tres años, desplazó a todas las fuerzas políticas del país y llevó al tabasqueño a la presidencia de México.

A finales de ese año, otro hecho sacudió a Puebla, la muerte de su entonces gobernadora, Martha Erika Alonso y de su esposo, Rafael Moreno Valle, quienes fallecieron en un accidente aéreo exactamente un 24 de diciembre de 2018, a tan solo 10 días de haber tomado posesión.

Había transcurrido apenas un año del arribo al poder de López, cuando a finales del 2019, en una provincia de China, apareció un nuevo virus que nunca antes había tenido contacto con el ser humano, fue denominado COVID-19.

A marzo de 2020, el virus llegó a México y a Puebla, lo que obligó a un confinamiento de alrededor de seis meses, durante su paso por nuestro país, dicen que la pandemia dejó más de 800 mil muertes.

Todavía en 2022, en Puebla fuimos testigos de una muerte más, la del gobernador, Miguel Barbosa, quien falleció víctima de un paro cardíaco el 13 de diciembre de ese año.

Durante las primeras horas del miércoles 11 de septiembre del 2024, fuimos testigos del regreso de nuestro país al pasado, cuando el Senado aprobó las reformas al Poder Judicial, con lo cual se acabaron los contrapesos en México.

Estos son los tiempos que nos han tocado vivir.

Ilustración: Alejandro Medina

Te puede interesar

Deja tu comentario