La farsa de los cien días 

Por Manuel CARMONA

Cuando el demócrata Franklin D. Roosvelt asumió por primera vez la Presidencia de los Estados Unidos en 1933, teniendo como principal objetivo rescatar a su país de la peor crisis económica que se tenga memoria a consecuencia de la Gran Depresión de 1929, dada la situación de presión social y de emergencia que se vivía en esos momentos, hizo el compromiso de que a más tardar en 100 días presentaría ante la nación un informe dando a conocer, no las soluciones, sino el avance mínimo que pudieran arrojar sus primeras acciones de gobierno, para no tener a sus ciudadanos en zozobra, así como un plan integral y detallado sobre las bases, programas y políticas públicas que se implementarían durante su administración.

En cumplimiento a su palabra, en el día cien de su mandato dio a conocer públicamente un ambicioso paquete de reformas legales, políticas y económicas que se conoció en el mundo como el New Deal, iniciándose de este modo involuntariamente un ejercicio de comunicación que con el paso del tiempo se ha venido replicando y propagando (aunque de manera distorsionada) en todo el continente americano, hasta convertirse en lo que es hoy: un ejercicio propagandístico para echar las campanas al vuelo y magnificar logros inexistentes, que no hacen sino restar seriedad a este tipo de ejercicios de comunicación gubernamental.

Esta práctica neoliberal se fue tropicalizando y llegó a México en la década de los 90’s y ha sido adoptada  felizmente por los gobiernos de todas las ideologías políticas, incluso por los de la izquierda, debido a que han descubierto sus bondades, como es la de inyectar a su base de votantes una fuerte dosis de confianza y generar hacia al resto de la población la expectativa de que los resultados prometidos ya se están empezando a notar.

En el caso del Presidente Roosvelt esta práctica se implementó como un ejercicio de comunicación inédito, dadas las circunstancias que se vivían en ese momento en la unión americana. Había una enorme desesperación por la grave crisis económica y la intención era enviar un mensaje de tranquilidad a sus ciudadanos de que algo ya estaba haciendo su gobierno y que si bien podría ser difícil ofrecer mejoras inmediatas a la economía estadounidense, sí se podía ofrecer en breve  a la opinión pública un diagnóstico completo de la situación y las bases de su recuperación que se plasmó en un documento histórico conocido como el New Deale.

En nuestros días este recurso de comunicación ha convertido la fecha de los primeros 100 días en un show mediático con el objetivo de pretender mostrar logros inmediatos y generar una imagen de eficacia en tiempo récord, lo cual no hay manera de que pueda ser posible. Los nuevos gobiernos, desde la Presidencia de la República, Gubernaturas y Presidencias Municipales por igual, se enfocan en proyectar medidas o decisiones que se hayan tomado en ese periodo, con el fin de convencer a la ciudadanía de que están trabajando y cumpliendo sus promesas, aunque se carezca del mínimo fundamento.

Desde una perspectiva crítica, estos eventos se han convertido en una estrategia para desviar la atención de problemas más profundos o para evitar una evaluación más rigurosa del trabajo gubernamental.

Además, la idea de medir el éxito de un gobierno en tan solo tres meses tiene una perspectiva reduccionista, ya que la mayoría de los cambios significativos y profundos requieren de un proceso de más largo plazo dada la complejidad de la problemática social y económica de las sociedades contemporáneas, como es el caso de la seguridad, la salud y la educación pública, así como las contradicciones económicas como es el desempleo y las desigualdades ancestrales en la distribución de la riqueza.

Todos estos fenómenos tan complejos que presenta cualquier país en cualquier tiempo, surgen y se van incubando mediante un largo proceso de muchos años y que puede prolongarse durante décadas hasta el punto de llegar a convertirse en una crisis, por lo tanto su solución cuando en verdad un gobierno se propone a trabajar en ella, también requiere medidas de largo plazo. No puede ser de otra manera.

Para finalizar, los cien días pueden ser útiles como punto de partida para que los gobiernos pudiera evaluar internamente la funcionalidad de sus primeras acciones y hacer los ajustes que consideren pertinentes.  Nadie en su sano juicio sería capaz de exigir que en 100 días la problemática de una ciudad, de un estado o de un país se haya atendido a cabalidad.

Cuál es la prisa de informar logros que no existen?

Utilizar  esta fecha para diseñar escenarios triunfalistas que de inmediato son objeto de cuestionamientos, originan un menoscabo en la credibilidad y hacen que este ejercicio de comunicación se convierta en una patraña.

* El autor es abogado, escritor y analista político.

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