La región más besamanos del aire

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Los poblanos somos como el licenciado Fojaco, como el licenciado Malagón, como Menchaca y asociados: una vez que salieron los nombramientos del nuevo gabinete comenzamos a felicitarlos en redes sociales.

“Muchas felicidades por el reconocimiento tan merecido que le han hecho a (ponga aquí el nombre de su funcionario de confianza)”; “Reconozco el esfuerzo de (nuevamente ponga el nombre de él, ella, elle) y la responsabilidad que le dejan a… seguro hará un gran papel en esta encomienda por el bien de las poblanas y los poblanos”.

Ad infinitum, faltaba más.

Y no es que no se lo merezcan, aclaramos, de eso no estamos hablando, esa es otra historia, no se calienten ni se ofendan. Aquí ponemos en evidencia que todos, incluido el que esto teclea, somos una bola de… licenciados un tanto cuanto convenencieros.

Tampoco es que esté mal felicitar a quienes integrarán el gabinete, no, no, para nada, personalmente yo lo hice con una persona que la conozco desde 1997 y venía de las filas del Frente Zapatista de Liberación Nacional, estuvo en la corriente socialista del PRD, participó como activista y es una de las personas más leales y la neta, la neta, los astros se le acomodaron y me parece que la Regeneración Nacional le hizo justicia.

El tema es el cómo caemos en estos rituales del besamanos, del brincar y hacer mímica para que nos vean, del colocarnos en la mirada del ganador para que no se olvide de nosotros y pese a tanto salto al final, en la mayoría de las ocasiones, no ocurre absolutamente nada, seguimos exactamente igual que antes de que hiciéramos de porristas, porristos y porristes.

Del “ahí viene el candidato ganador, actúa normal, como si nada pasara” y hacemos todo lo opuesto. Y si no nos hacen caso, hacemos berrinche porque no nos tomaron en cuenta o porque no pudieron contestar nuestro mensaje de WhatsApp.

A veces, nuestros interlocutores nos tienen bien medidos y saben que hacemos todo por quedar bien. Algunos se aprovechan de ello y sacan ventaja; otros se burlan de nosotros y lo comentan porque generamos pena ajena con tantas loas y locuacidades.

¿Cuántos de los felicitadores, después de mandar el mensaje, sacan los fólderes con su currículum vitae para pedir una chambita? ¿Cuántos participan en los chats de quienes ganaron para mandar sus proyectos? ¿A cuántos de ellos ya les mandaron a decir que esto no es agencia de colocaciones?

 Todos le entramos al juego.

Es el (con perdón de Jodorowsky) juego que todos jugamos.

Por eso, el licenciado Fojaco es el primer protagonista en estos actos de repartición puestos, pues hasta se prepara días y días frente al espejo para saludar a los triunfadores o ejercita el abrazo del caguamo.

“Qué gusto, ¿cuándo comemos, licenciado?”, le dice a su reflejo mientras le extiende la mano y le sonríe falsamente.

El licenciado Fojaco llama al licenciado Menchaca y le dice: “a ver licenciado, vamos a hacer como que usted es el nuevo subsecretario de Egresos y como que me da la mano”.

Menchaca lo mira extrañado mientras Fojaco le extiende su mano regordeta.

“Pero licenciado Menchaca, actúe como si de veras tuviera el poder. No nomás extienda su manita así sin ganas. ¡Apriete con fuerza, chingao! Suponga que está feliz porque ya tiene hueso en la próxima administración y su reino no tendrá fin”.

Menchaca, quien trae un revoloteo en la panza porque comió unos tacos de suadero antes de toparse con el licenciado Fojaco, hace todo con desgana. Fojaco enfadado deja solo a su colega el abogado y regresa molesto a estrecharle la mano y a abrazar a su reflejo en el espejo para prepararse y piensa en voz alta: “tenemos de aquí a octubre, sino me voy al municipio, pos’ qué caray”.

Todos somos el licenciado Fojaco, Menchaca y Malagón.

Todos actuamos para quedar bien, a ver si nos toca, aunque sea el retazo con hueso. Las sobras de las sobras. No es que sea necesariamente malo, así crecimos, así nos hicieron, así nos tocó vivir, en la región más besamanos del aire.

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