Oda a la especulación

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Ya lo dice el viejo y conocido refrán: “el que especula es un especulero”.

Desde hace más de dos meses, quizá un poco más, un grupo de comentócratas u opinólogos se han dado a la tarea de atinarle al gabinete y en sus espacios periodísticos juegan al brujo (ojalá fuera al médico brujo, al menos recetarían algo sobre los beneficios del té de boldo en ayunas o para qué sirve la ruda, o un remedio para la colitis o las propiedades del vinagre de manzana en las zonas genitales).

Otros columnistas más atrevidos se ponen muy severos y hasta opinan cómo deberá ser el gabinete del próximo gobernador, como si ellos fueran expertos en administración pública.

Existen otros que de plano le intentan corregir la plana al siguiente mandatario y ya el extremo de los extremos son aquellos, aquellas y aquelles, quienes incluso dicen a quienes les cortaron la cabeza o no llegarán a ocupar un puesto en la administración pública como si de ellos dependiera; en esos casos, seguramente, alguien les ha dictado esas líneas con toda la mala leche del mundo.

El próximo jefe del Ejecutivo estatal ya ha externado su molestia —durante sus conferencias de prensa en las que ha revelado quienes lo acompañarán en su gobierno. No le encanta que le manden ese tipo de mensajes a través de columnas.

Tampoco ha sido bien visto cuando en grupos de whatsapp se difunden que si fulano o zutana llegará a la dependencia tal o cual creando confusión con falsedades; a la próxima administración le desagrada que jueguen al policía chino, al mensaje siciliano, al correo del zar, al entrelíneas, a sentirse muy sabroso, muy sabroso (cual pollo feliz) porque aparentan ser los conocedores del “A, b, c de la política”.

Al menos, así se ha interpretado.

Tampoco es bien visto quienes se ponen muy cultos y doctos de tal manera que descartan o descalifican a priori los nombramientos o que exijan quien sí debe ir o quien no debe ir. Y no es que no exista la libertad de expresión porque ahí está plasmado, pero al final es una guerra de opiniones que no llevan a nada.

Los gringos tienen la frase aquella de “La opinión es como el culo, todo mundo tiene uno” y sí, pero al final de cuentas uno no anda enseñando el trasero en público como si fuera el único y el más valioso en todo el planeta.

Después de todo, hay de culos a culos y de opiniones a opiniones.

Por lo regular, porque el rigor periodístico así lo exige, habría que esperar a ver cómo va la administración y, con base en ello, se genera una opinión porque ya hay elementos que sustentarán los argumentos, lo demás es clickbait.

Al final, con sus dichos (no con sus redondos traseros) quedan exhibidos porque no se cumplieron sus predicciones y se lee quien es la verdadera fuente de sus vaticinios mal intencionados.

Cierto, los periodistas pronostican, pero hasta la chica del clima en la televisión se ha equivocado cuando dice que hará calor y será un día soleado.

Si a esas vamos, pues mejor habría que consultar el horóscopo, el I Ching o preguntarle al tarot o leer las runas y de ahí sacar las conclusiones para exhibirlas en público. Y de una vez que le lean su carta solar al político en cuestión para saber qué le depara este 2024-2025.

En fin, cada quien.

Muy su opinión y muy su…

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