¡Que vengan los payasos!

pleca

La diputada Nayeli Salvatori, en una entrevista improvisada al borde de una banqueta, sugiere —con tono festivo— que la nueva función de los legisladores poblanos incluye reír, bailar y vivir la vida… la, la, la, la, la.

Aunque el tema de los diputados fashionistas ya se había dado por cerrado, la legisladora regresa por sus fueros para justificar un video de TikTok grabado durante el pleno del Congreso local, donde presumía a los diputados “mejor vestidos”.

No, bebé, es tu opinión. Mira, te voy a decir algo: ni a Dios lo quiere todo el mundo (…) sería estúpido desear que a mí me quiera todo el mundo. Por ejemplo, tú lo ves mal, pero aquí tres millones lo ven bien —dice, levantando su celular como quien enarbola un cetro digital. Las redes son su reino. Su barrio, su respaldo.

Eso está bien —le responde el reportero, aún confundido por el «bebé» con que fue bautizado— pero ¿no cree que es un acto despectivo o clasista hacia sus compañeros del Legislativo?

¡Noooo! Para ti lo es, para ti lo es —retruca la también autodenominada «Señora de las Lomas».

Es que suena despectivo… con sus propios compañeros.

¿Yo, despectiva? —ríe la exlocutora— ¡Nombreeee! ¡Nooo! La gente que tiene criterio entiende que es humor.

Usted lo dice por sus tres millones de seguidores, pero…

Ay, qué lindo. ¡Y vamos por más, eh! —interrumpe la diputada, fiel soldada del proyecto de la Cuarta Transformación encabezado por la doctora Claudia Sheinbaum.

En este punto, la sonrisa persiste, aunque su incomodidad ya asoma como un meme que no terminó de cuajar.

Le decía que es una falta de respeto al pleno… —insiste el reportero.

Cada quien, cada quien su vida.

Pero las críticas públicas están diciendo…

Las críticas no son todo. Yo aquí tengo otros datos, responde, alzando una vez más su teléfono como quien ofrece una revelación.

¿Usted está feliz con sus tres millones de… humo?

¡Feliz! Y necesitamos más —dice Salvatori mientras lanza un beso a los reporteros y se despide— ¡Que Dios los bendiga!

Fin de la entrevista banquetera. La diputada se da media vuelta. Los reporteros se quedan ahí, con cámaras y grabadoras en mano, viendo cómo se aleja entre ecos de risas y likes.

Minutos antes había ofrecido otra entrevista donde defendía su contenido: el pueblo, decía, quiere humor. Porque eso necesita el pueblo bueno y sabio. (Lo de «bueno y sabio» no lo dijo tal cual, pero lo insinuó con toda la gracia de un guiño de influencer.)

Hace unos días, en el programa Los Conjurados, de Erika Rivero, también criticó a la activista Edurne Ochoa, y dejó claro que sus millones de seguidores y su contenido ya lo quisieran muchos. Dio a entender con su post que, para ella, ser diputada es una mezcla de influencer, standupera y figura de TikTok.

¿Y las iniciativas de ley? ¿El trabajo legislativo? ¿El deber de representar a su distrito? ¡Bah! Qué flojera. Eso es para los griegos. Para los pendejos. Para los que aún creen en la democracia.

Se elige a los diputados, hoy, para que se vistan bien. Para que generen contenido. Para que den likes y los reciban. Legislar ya no está de moda.

Al final, esto es como el TVNotas: se imprimen 1.8 millones de ejemplares a la semana, con apenas un 10% de devolución. Las revistas políticas, científicas, analíticas… ésas no venden. Ésas se quedan apiladas. Muertas de risa.

¿Tiene contenido el TVNotas? Una sarta de chismes. Pero es consumido en todas las estéticas del país. ¿Y las revistas serias? Sólo por un puñado de personas que aún creen en el valor de la información.

Ganó la barbarie.

Por eso Cuauhtémoc Blanco se da el lujo de ser protegido por la mayoría de las diputadas federales de la 4T.

Viva el clickbait.

Que vengan los payasos.
El circo ya está montado.

Te puede interesar